ABOGADOS. (De la serie... esa literatura "infantil")
Dije que había entre nosotros una asociación de hombres a quienes se adiestra desde que son jóvenes en el arte de demostrar con palabras, multiplicadas para tal propósito, que lo blanco es negro y lo negro blanco, según la paga que reciben. El resto de la población es esclava de esta asociación. Por ejemplo, si a mi vecino se le antoja una vaca mía, contrata a un abogado para que demuestre que tiene derecho a que le dé la vaca. Entonces tengo que contratar a otro para defender mis derechos, ya que va en contra de todas las reglas de la ley permitir que cualquiera se defienda a sí mismo. Ahora bien, en tal caso, yo, el verdadero propietario, me encuentro con dos graves inconvenientes. Primero, mi abogado, que se ha ejercitado casi desde la cuna en defender la falsedad, se encuentra fuera de su elemento a la hora de abogar por la justicia, que como es para él una actividad contraria a su naturaleza, la acomete siempre con mucha desmaña, si no con mala voluntad. El segundo inconveniente es que mi abogado tiene que proceder con mucha cautela o, si no, los jueces lo reconvendrán y sus colegas lo aborrecerán como si degradara el ejercicio de las leyes. Así pues, tengo sólo dos maneras de quedarme con la vaca. La primera es comprar al abogado de mi rival, doblándole los honorarios, y él traicionará entonces a su cliente insinuando que la justicia está de mi parte. La segunda es que mi abogado haga que mi posición parezca lo más injusta que pueda, admitiendo que la vaca pertenece a mi adversario; y si esto lo lleva a cabo con pericia, será seguro indicio del favor del tribunal. Extraído de Los viajes de Gulliver. Traducción de Pollux Hernúñez
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