Paulette tomó enseguida a Dido bajo su protección. En cierta medida representaba para ella el papel de introductora en la vida norteamericana. "¿Tienes joyas?", le preguntó. Dido le confesó que no poseía ninguna joya de valor. Paulette le regañó amigablemente: una mujer debe tener joyas porque en caso de desavenencia con la persona que cree que es el hombre de su vida, mete las joyas en el bolso y se va.
Las joyas son pequeñas, transportables, y se ocultan fácilmente. Dido escuchaba con seriedad y no parecía muy convencida de aquellos consejos de prudencia conyugal. Las joyas, para Paulette, no eran sólo una garantía, sino también un arma: si alguien la acusaba de ser comunista, respondía amenazando con arrojarle su collar de diamantes a la cara.
Extraído de Mi vida y mi cine Jean Renoir. Traducción de Rafael del Moral.
AÑADIDO: Tengo cierta debilidad por Paulette Goddard. Me parece una mujer guapísima y transmite algo que solía hacer que me preguntara cómo pudo dejarla Chaplin. Pero Renoir me aclaró el asunto:
Esa atractiva mujer tiene carácter: con ella uno no se aburre nunca. Le pregunté cómo Chaplin había podido estar tan loco como para dejar escapar semejante vivacidad. Me respondió que no era Chaplin quien la había dejado, sino ella quien había dejado a Chaplin. La razón: él reservaba toda su gracia para las películas. En la vida, según ella, no era nada divertido.
2 comentarios:
Antes de que empezar el "follon" me he detenido a leer de cabo a rabo el cuento de Lucas. ¡Joder, qué bueno!¡Toda una historia, con un final lógico pero no esperado.
Seguro que seguiré leyendo estos relatos. Son frescos, sencillos e impactantes. ¡Enhorabuena!
Un abrazote.
La pobre tuvo la mala suerte de viajar en el avión equivocado. Al márgen de cómo fueta personalmente, era una estrella que se comía la pantalla.
Saludos.
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