TRAYECTO: UN EXTRAÑO RECORRIDO POR LA MÚSICA PREFABRICADA.
- ORIGEN: LA PUERTA DE LA VECINA.
- PARADAS EN NINA, O.T, Y THE MONKEES.
- DESTINO: MILEY CIRUS.
Antes de empezar. ¿Os habéis abrochado el cinturón? El viaje promete ser largo, arduo y peligroso. Más de uno, estoy seguro de que no llegará hasta el final. ¿Estáis preparados? Bien... entonces... Empecemos.
Imaginad. Vitoria, 1982...
Llegué a Vitoria con 11 añitos apenas cumplidos, y poco a poco tuve que adaptarme a muchas cosas. A la ciudad, al clima, a un nuevo colegio, a otros amigos, o hasta a un padre al que apenas tenía el gusto o disgusto de conocer.
Cuando vivía en Valencia, volvía en autobús de un colegio que estaba a las afueras de la ciudad, y mi madre nos esperaba a mí y a mi hermana en la parada (mi otra hermana, "Maria", se quedaba todo el día en casa con la abuela porque era "pequeña"). El resto de mi vida desde el momento en el que bajaba del autobús estaba totalmente programado. De la parada a casa. Un poco de tele con el bocadillo. Cena, ducha y a la cama. Los viernes y los fines de semana eran otra cosa muy distinta. Pero eso es material para otro post.
En Vitoria cambié colegio privado por público y dejé de usar autobús. Es más, no había que cruzar ni una sola carretera para ir a la escuela desde mi nuevo "hogar" en las Torres, y aquello cambió poco a poco la programación establecida. Se me permitió volver solo del colegio, sin que nadie tuviera que ir a buscarme. Me iba haciendo mayorcito, y se me iba dando más autonomía (poca, para ser sincero)...
Pero claro, mis padres tardaron un tiempo en darme las llaves de casa, y fueron unas cuantas veces las que me encontré esperando en el portal a que alguno de ellos volviera.
No recuerdo cómo ocurrió... si yo llamé al timbre, o si abrieron la puerta al oír ruidos, pero el caso es que la vecina de la puerta contigua (una señora de pelo blanco y bastantes más años que mi madre) me dijo que era mejor que esperara dentro de su casa hasta que llegaran mis padres. Con la desvergüenza que siempre me ha caracterizado, entré en aquel lugar, y así pude "refugiarme" por un rato mientras no había nadie en casa.
No fueron muchas las ocasiones en las que estuve en aquella casa; poco después hice amistad con un niño con el que compartía clase y que vivía en el primero, y cambié de "refugio" con mayor comodidad para mi madre, que también había hecho amistad con la madre de ese niño... y además, al final acabaron por darme las dichosas llaves.
Pero guardo un grato recuerdo de las pocas veces que estuve en aquella casa. Tenían un amplio salón con una enciclopedia sobre mitología griega llena de ilustraciones que me dejaron ojear sin problemas, y la señora siempre fue muy amable conmigo. Creo recordar que me daban algún bizcocho que otro para tenerme entretenido las veces que estuve por allí, y me trató con un cariño y un afecto que a veces no encontraba en mi casa. De alguna manera, percibía un ambiente como el que había dejado atrás, en Valencia, en casa de mi tío.
Tomo una curva en el camino para advertiros que mi hermana pequeña ha revisado parte de este texto y quiere preveniros contra el tono lacrimógeno que es posible que adopte. Así que quisiera aclarar desde ya que mi infancia en Siberia-Gasteiz fue muy feliz, para evitar así cualquier tipo de malentendido. Como la de cualquier niño sano y normal.
Volvemos a enfilar carretera.
A la señora le gustaba hablar tanto como a mí, y me entretenía con los avatares de su vida, así como los de su marido, sus hijos, etc. Pero he olvidado todo lo que me contó. Todo, excepto una cosa. Uno de sus hijos era músico. Y tocaba el bajo con la Orquesta Mondragón.
Pocas veces me encontré al artista en cuestión en el portal de la escalera. Cuando eso ocurría, os puedo asegurar que llamaba la atención, desde luego. Con deciros que calzaba zapatos de payaso, o ese es al menos el que recuerdo que tengo. Print the legend, que diría aquel.
Mi madre, alguna vez me comentó que los vecinos le parecían gente "extraña", pero aquello sólo consiguió que me cayeran mejor. Después de unos tres o cuatro años, los vecinos vendieron el piso y se fueron, y creo que al año más o menos, nosotros dejamos también las Torres.
PRIMERA PARADA DEL TRAYECTO.
Bien. Podéis descansar aquí. Ir (o id, como prefiráis) a ver otros blogs, o hacer lo que tengáis que hacer y volver/d más tarde. No he querido partir el post, así que tenéis varias paradas como ésta para tomar fuerzas. Pero si os veis con ellas, podéis seguir con este inciso que no tiene nada que ver con el título del post.
Inciso Las revistas del corazón: De crío me gustaba leer revistas del corazón. En casa de mi tía (Valencia), que también era una peluquería "camuflada" (léase, sin permiso), había cantidad de ellas. Hola, Semana, Lecturas, etc. Leía las entrevistas y conocía más o menos a la variopinta fauna popular, disfrutaba los chistes, y las fotos de las chicas era la única manera de alimentar mi libido infantil ya que revistas de otro tipo sólo las veía en los kioskos (en los que además miraba con más deseo tebeos que otra cosa, para qué voy a negarlo). ¡Dios mío! Todavía recuerdo alguna foto de las "memorias" de Sara Montiel (ahí supe por primera vez quién fue Anthony Mann), o un reportaje a Emma Suárez en traje de baño, en Diez Minutos me parece.
En fin, corramos un estúpido velo, que escribiría Abulí.
Al poco de llegar a Vitoria, dejé de leerlas. Mi madre traía a veces algún Hola, pero no era lo mismo. Y Telva, revista a la que estaba suscrita, me resultaba bastante insoportable; aquellas fotos sobre el reportaje del aborto, o el comentario de que Tras el corazón verde tenía escenas muy subidas de tono. Buaagh!
SEÑORES PASAJEROS, RETOMAMOS EL TRAYECTO EN LA SIGUIENTE LÍNEA.
Como muchos niños de mi generación, los viernes, en casa, veíamos el Un, dos, tres.
De cómo acabé por aborrecer un programa que me encantaba de crío, a continuación...
Era uno de esos veranos que pasaba por obligación en Alicante. Yo tenía 16 años porque acabo de leer que Nina apareció en el Un, dos, tres en 1987. Estábamos en casa de mi tía, donde sólo había una televisión.
Por aquellas fechas, y en el mismo horario en el que emitían el popular programa de Chicho, estaban dando un ciclo de Orson Welles en la segunda cadena. Yo lo estaba siguiendo cuando podía, pero aquel día no podía dejarlo escapar. Daban Sed de mal! Sed de mal!!!Por fin!!! La iba a ver por fin!!!
Me senté y empecé a ver el maravilloso inicio del film.
¿Que qué me pareció la película?
Aquella noche en casa de mi tía estaban mis hermanas pequeñas y su hija, y mi tía sentenció con esa gracia que la caracteriza: "Las niñas quieren ver el Un, dos, tres y son mayoría. Tú! Te jodes... y cuando acabe el programa ves la película del Welles."
El programa de Chicho, para terminar de rematarlo, era un especial sobre cómic que me provocó vergüenza ajena. Ni las secretarias o el encanto de Nina con una curiosa vestimenta (tenéis aquí un enlace) podían hacerme olvidar lo que estaban emitiendo en el otro canal, y no podéis haceros idea de lo que sufrí durante aquel Un, dos, tres! Sólo pude ver los últimos diez minutos más o menos del final de la película. Pasarían cuatro años para que pudiera verla en el cine sin interrupciones.
Pero qué tiene que ver esta Nina con todo lo de la vecina que nos has contado, os estaréis preguntando, ¿no? Bien... el caso es que.. esperar/d... Veo que no queda gasolina y el motor echa humo. Lo siento, señoras y señores pasajeros. El autobús se ve obligado a detenerse no se sabe por cuánto tiempo. Continuaremos próximamente el viaje. Pueden bajar a descansar y estirar las piernas si así lo desean.
12 comentarios:
Con el buen oficio de siempre, interesante, excelentemente escrito y con inteligentes cliffhangers. Usted tiene estilo.
Gracias. Tú también.
Aunque ya sabemos que tu comentarios pecan de ditirámbicos cuando pasas por aquí (ya sabes qué hay entre estos paréntesis).
Pero David, ¿como nos dejas ahora con lo interesante que se estaba poniendo?
Parece que el camino es largo, y hay que reponer fuerzas.
Vuelvo otro día para ver por donde van los tiros de esta épica epopeya familiar-musical o lo que sea. Y es que me has picado la curiosidad.
Hasta mañana. Buenas noches.
Y tú eres un zalamero, darling.
cómo flipas, david. cuenta el final de una vez, que me tienes intrigado.
Te has olvidado contar la excursión que hicimos con tus hijos a las Torres...como nosotros dos estabamos con la lagrimilla en el ojo y como a ellos les importaba un pimiento que las Torres tuvieran una plaza en medio de encuentro, donde nos juntabamos todos los niños/as...hasta que un grito desde alguna ventana nos hacía entender que se terminaba el juego. Y no adelanto más cosas. Tan solo una... Mi hermano se vengo de lo del 1 2 3 cogiendo una película para mi hermana, para primos/as pequeños y para mí...era muy adecuada porque como él decía: ¡mira mira si salen caballitos! Lawrence de Arabia. Cuando toda la chiquillería nos dimos cuenta que nada tenían que ver los caballitos que salían con los de Walt Disney ahí dejamos al "enanito gruñon" relamiéndose y cuando llego la bruja (mi madre, lo digo desde el cariño) el enanito paso de ser gruñon a mudito, el capullito.
Matizo el comentario de mi hermana. No fue venganza, porque como bien sabe ella, aquello ocurrió bastante antes que lo de Sed de Mal y el Un,dos, tres...
Fue en una comunión, y sí, reconozco que obré mal porque era el mayor (sacando un año o dos a los de más edad, y al resto seis, siete u ocho) y escogí una película de caballitos que tal vez no fue adecuada. Soy culpable, señor juez. Pero no me arrepiento!.
De todos modos la venganza, si algún día la llevas a cabo, tendrá que ser con tu tía...dudo muchísimo que a mí me interesara el 1 2 3. Hablamos de la siguiente tía:
-"María" ¿no tienes sed?
-Noooo
-¿Seguro?
-Seguro.
"María" va a por agua.
-¡Ves como tenías sed! Y yo ahora tengo que hacer el esfuerzo de beber.
Pues hizo el mismo esfuerzo viendo el 1 2 3.
Espero que ni Pato, ni nadie de la familia lean este blog...
No. La Morros y Pato querían verlo, e imagino que tú también. Si yo tenía 16, saca cuentas. Con 8 y 10 años, preferíais mucho más el programa que la peli y la Perla pasó de que le montaráis un número y terció por su hija y sobrinos. Ya está olvidado. Sin rencores.
Sobrinas, quería decir. El sobrino era yo, claro.
Mi querida María:
Permítame revelarle un pequeño secreto que corre entre David y yo. Hemos llegado a la íntima conclusión de que nuestros respectivos blogs no los lee ni nuestra propia familia. Así que no padezca, ni su integridad ni la de su hermano corren peligro.
Suyo afecmo, etc...
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