lunes, 1 de noviembre de 2010

HERGÉ

HERGÉ
Pierre Assouline
Destino
Después de hacerse famoso con una biografía de Simenon, estaba claro que Pierre Assouline lo tenía difícil para repetir el golpe. Cuando has contado los hechos y obras del gran patriarca de las letras nacionales, sólo te queda dirigir tu mirada hacia otro icono cultural de la misma categoría. Quizás fuera este pensamiento el que animó al autor a emprender la tarea de indagar en la historia del otro gran belga universal, y no estoy hablando de Eddy Merckx precisamente.
Todos los tintinófilos (la legión completa) tendremos que agradecérselo eternamente, porque esta biografía de Hergé que Assouline publicó en 1996 y que Destino ha traducido al español a finales del año pasado se revela desde la primera página como definitiva, como la biografía de Hergé que servirá de punto de referencia para siempre. El autor no sólo ha contado con el beneficio de los miles de trabajos que le han precedido, sino que ha podido consultar libremente los archivos secretos del historietista, accediendo a informaciones y declaraciones que hasta ahora habían permanecido ignoradas, como es el caso de las transcripciones completas originales de las famosas cintas que Numa Sadoul grabó en 1971 y que, severamente corregidas por el padre de Tintín, acabarían publicándose en el libro Entretiens avec Hergé. Esta biografía no es una biografía dictada por la celosa Fundación Hergé, sino animada por una Fundación Hergé que “me ofreció su ayuda sin reservas ni contrapartidas. Como si sus responsables hubieran estimado que había llegado el momento de extirpar el tumor, de no dejar planear la duda sobre un período oscuro de su vida, y de disipar el malentendido de otra parte de su obra. A lo largo de mi investigación no me negaron su apoyo en ningún momento. Estaban convencidos de que la exposición rigurosa y la revelación más neutra posible de las famosas “verdades que es mejor no divulgar” eran preferibles a la insinuación, la alusión y la sospecha permanente” (pág. 12). La obra reúne, pues, la profundidad documental y la voluntad reveladora, dos herramientas decisivas cuando quien las maneja posee el talento y la experiencia de Assouline.

Pero si para los tintinófilos carecer de este Hergé debería ser equivalente a carecer de La oreja rota, para cualquier aficionado a la historieta se trata de un libro necesario, ya que plantea un apasionante viaje a través no sólo de la vida y obra de uno de los tres grandes fundadores del tebeo comercial moderno en el mundo (junto a Osamu Tezuka en Japón y Jack Kirby en América), sino también a lo largo de cinco décadas del cómic europeo. A menudo, Hergé es simplemente una atalaya desde la que contemplamos el nacimiento de las viñetas en los albores del siglo, el desarrollo de los suplementos juveniles de prensa en entreguerras, el despliegue del gran cómic franco-belga de posguerra, el duelo de los semanarios que dieron albergue a tantos genios de la historieta europea (y que tanto influyeron en nuestros tebeos bien directamente, bien indirectamente mediante las publicaciones de Bruguera), el cambio de guardia traído por Pilote...


Por supuesto, eso es sólo uno de los argumentos que se desarrollan sobre una pantalla que retrata con enérgica claridad el marco político y social en el que se desarrolla la vida de la comunidad de historietistas. Así, en Hergé viajamos de lo particular a lo gremial, de lo gremial a lo nacional, y de lo nacional a lo universal en trayectos continuos de ida y vuelta, haciendo paradas que no se deben a un cambio de perspectiva, sino al seguimiento de los hilos conductores que unen el tablero de dibujo de Hergé con el traumático final del colonialismo europeo, el ascenso del fascismo, el gran conflicto global o los rencores con los que se reconstruye un país liberado. Resulta así obvio que la presente descomposición de las ideologías se puede detectar incluso en detalles tan aparentemente nimios como la falta de relación de nuestros actuales autores con su entorno, completamente encerrados en un ombliguismo devorador que se sitúa en las antípodas de la relación continua de retroalimentación existente entre Hergé, autor de tebeos juveniles al fin y al cabo, y sus circunstancias privadas e históricas. Mientras que Tintín está en la mitad de las corrientes de su época, nuestro cómic actual parece haberse apeado de ese viaje.

Por supuesto, establecer estas relaciones sólo está al alcance de un investigador ajeno al mundo del cómic, y por tanto a las miserias, insuficiencias, torpezas y limitaciones de los que pasan por críticos o entendidos en este mundillo. Es en ocasiones como ésta en las que más dolorosamente obvia se hace la distancia que separa la risible aportación teórica que ha producido la historieta en su ya larga existencia de la que han producido otros medios. Si es menor el número de grandes obras dejadas por el cómic en comparación con las dejadas por el cine o la literatura, al entrar en el terreno de las obras sobre es cuando resulta escandalosamente obvio que hablar de tebeos es, aún y antes que nada, hablar de entretenimiento infantil y basura comercial. Precisamente es sólo Hergé quien parece capaz de inspirar algo más, pero siempre a investigadores y proyectos nacidos fuera de la comunidad viñetera.



 Esa proliferación de exégesis tintinescas no arredra a Assouline (al contrario, le beneficia al darle abundante materia prima de trabajo), que divide la vida de Hergé en tres grandes bloques. El primero, Certidumbres, abarca desde el nacimiento de Georges Remi en Bruselas el 22 de mayo de 1907 hasta su “edad de oro”, en 1944. Un tabú pesaría sobre el futuro Hergé desde antes de su nacimiento: la identidad del abuelo paterno. Su abuela, Marie Dewigne, fue madre soltera de dos gemelos, Alexis (el padre de Hergé) y Léon, que adoptarían el apellido Remi al casarse Marie con Philippe, un tipógrafo. Marie había servido de doncella con la condesa Hélène Errembault de Dudzede, y a menudo se atribuye orígenes reales (Leopoldo II) o aristocráticos (el conde Gaston) a los vástagos de Marie. En todo caso, será uno de los grandes silencios que pesarán sobre la vida de Georges y que contribuirán, quizás, a producir en él esa inhibición de la que no se librará jamás y que tantas amarguras acabará provocándole. Asistimos aquí a su orientación hacia grupos conservadores de manera casi involuntaria, a partir de su ingreso infantil en los scouts, que será el ingreso en una cadena que le llevará a un periódico de catolicismo militante, Le Vingtième Siècle, de fácil antisemitismo y donde “uno puede eventualmente perderse una información de política extranjera, equivocarse al montar las columnas, o dejar pasar alguna falta de ortografía o un gazapo. Pero no se consiente el publicar algo relativo a los hábitos, usos y costumbres que hayan sido condenados por los obispos” (pág. 27). Allí recibirá la primera influencia de su vida, una de las más duraderas (no renegará jamás de ella) e intensas, la del abate Norbert Wallez, al que se podría calificar benévolamente de fascistoide. También llegan entonces las primeras influencias artísticas decisivas, a través de los periódicos que remite Léon Degrelle (enviado especial del Vingtième Siécle) desde México, donde el joven Georges se empapa de americanos como Herriman, Dirks, y muy especialmente, el George McManus de Bringing Up Father. Es en esta época cuando nace Tintín, cuyas dos primeras páginas se publican el 10 de enero de 1929 en Le Petit Vingtième, el suplemento infantil de Le Vingtième Siécle. El éxito de Tintín, cuyo modelo real más aproximado sería el famoso periodista belga Albert Londres, es instantáneo. Los años siguientes, a la par que en Bélgica aumenta la propaganda pro-nazi (a la que no es ajena Le Vingtiéme Siécle), Hergé, “en armonía con las ideas desarrolladas en su entorno” (pág. 52) sigue produciendo nuevos álbumes, se casa con Germaine Kieckens en un matrimonio predestinado al fracaso (“Nos casamos por causa del abate, porque nuestras dos vidas se correspondían. Pero nunca sentí un amor loco por Georges. No era de mi estilo” pág. 57), establece contacto con Casterman (1934) y recibe la segunda gran influencia de su vida, la de su gran amigo Tchang Tchong Jen de la que saldrá su primera gran obra, El Loto Azul. Al mismo tiempo que crece el Hergé artista, brilla más intensa la estrella del totalitarismo en Europa, proyectada en Bélgica en el partido católico reaccionario Rex de Degrelle. Hergé desea pasarse al Pays réel, el periódico rexista, pero su intrínseca tibieza le impide tomar ninguna decisión. La ocupación alemana divide el país en 1940. Éste es uno de los momentos clave en la trayectoria de Hergé, que dirigirá Le Soir-Jeunesse, suplemento juvenil de Le Soir, periódico “robado”, que es la calificación que la Resistencia aplica a la prensa que sigue publicándose bajo control nazi. Hergé no le da ningún significado político a su postura: “Me dedicaba a trabajar, eso es todo. Como trabajaba un minero, un cobrador de tranvía o un panadero. Pero mientras que se veía normal que un maquinista hiciera mover un tren, los hombres de la prensa eran tachados de traidores” (pág. 127). ¿Y cómo va a sacrificar su carrera Hergé cuando está en pleno apogeo? El trabajo se le acumula; además de Tintín (El cangrejo de las pinzas de oro, La estrella misteriosa, El secreto del Unicornio), le llueven los encargos publicitarios, de ilustración y de diseño, y emprende entonces la adaptación de sus viejos álbumes al formato de 62 páginas a color. Para hacer frente a los compromisos, contrata a su primera ayudante, Alice Devos, pero necesita algo más. En 1942 tiene otro de los encuentros decisivos de su vida, con Edgar P. Jacobs, tres años mayor que él.

El segundo bloque, Soledad, cubre desde la Liberación, en 1944, hasta el final de su penitencia por colaboracionista, en 1950. Al igual que a muchos de sus amigos y colaboradores, a Hergé le esperan años de oprobio y persecución, marcado con la infame señal del traidor. Son años no sólo de vergüenza, sino de temor por la vida. Las purgas aplican cadenas perpetuas e incluso penas de muerte a muchos de los camaradas de Georges Remi, que se ve obligado a retirarse de la actividad y cae en un estado de infelicidad del que ya no logrará desasirse durante el resto de sus días. Al rescate del dibujante acuden los jóvenes Raymond Leblanc y Pierre Ugeux, que le restituyen a la vida pública gracias a sus intachables credenciales en la Resistencia y a su interés por utilizarle como mascarón de proa de una nueva revista, el semanario Tintín, que aparecerá el 26 de septiembre de 1946. Así se inicia una dura competencia con las revistas de la época, como Coeurs Vaillants, Vaillant, y muy especialmente Spirou, donde, además de las aventuras del osado botones, también se publican series como Lucky Luke o Buck Danny. La difícil coexistencia entre Hergé y Jacobs llega a su fin en 1947. Hergé necesita que el padre de Blake y Mortimer le dedique todo su tiempo. Jacobs se lo piensa y acepta con una condición: firmar los álbumes de Tintín a medias. Hergé se niega. 1948 ve el lanzamiento de la edición francesa de Tintín, editada por ediciones Lombard y el joven Georges Dargaud, asociados al 50%. Al mismo tiempo, su distanciamiento de Germaine es cada vez más irremediable. A un amigo le confiará:
- Si tuviera el valor para hacerlo, debería cambiar todo...
- ¿Todo, qué?
- Pues todo. Todo... Mi trabajo, mis amigos, mi forma de enfrentarme a las cosas en general... (pág. 225).
          En el tercer segmento, Plenitud, vemos a Hergé convertido ya en una leyenda universal. El punto de arranque de esta etapa es el establecimiento de los Studios Hergé en 1950, estudios donde los dos pilares básicos serán Bob de Moor y Jacques Martin. “Bob de Moor sabrá que es su colaborador más próximo el día que comparando dos dibujos idénticos de locomotoras con Tintín como único personaje, Hergé se declarará incapaz de distinguir el suyo del de Bob de Moor” (pág. 243). Será precisamente en los Studios donde cambiará su vida, pues gracias a ellos conocerá a Fanny Vlamynck, una espectacular colorista de 21 años contratada en 1956 con la que tardará apenas cinco meses en iniciar relaciones. Mientras la transformación de Hergé en mito cultural se confirma con la aparición del primer libro sobre su obra (Le Monde de Tintin, de Pol de Vandromme, 1959), la vida de Georges Remi es un infierno de mentiras. Durante tres años vive con Fanny sin abandonar a Germaine. La presión acumulada sale a flote en esa metáfora psicológica que es Tintín en el Tíbet (1958), donde se enfrenta a la dolorosa pureza del blanco para purificar su propia alma. Cuando en 1960 se publica el álbum, Hergé se separa de Germaine para irse a vivir con Fanny.
            A partir de ahí, y hasta el resto de su vida, sólo le queda recibir, en un proceso paralelo al vivido por Hitchcock, el reconocimiento de la progresía intelectual, que ve en él a un artista donde antes sólo había un artesano, y que saluda con albricias la aparición de la filigrana conceptual de Las joyas de la Castafiore (1963). Pero Hergé ya no da para más. Los nuevos tiempos pertenecen al arrollador Asterix, y sus espaciadas y desangeladas réplicas (Vuelo 714 para Sidney, Tintín y los pícaros) son un deslucido broche para una obra tan monumental. En olor de santidad casi, lamentando no haber podido ser un pintor importante como sus admirados Hockney, Noland, Rauschenberg o Warhol, reconfortado por su reencuentro con Tchang en 1981, 47 años después de su despedida, frustrado por sus infructuosos contactos con Spielberg, Hergé muere en 1983 dejando el legado de una vida y una obra cuya influencia y magnitud parecen agigantarse cada año que pasa.
            Consideren este resumen únicamente el fugaz trailer de la apasionante historia que es su biografía.

Texto de Santiago García (Mandorla), publicado en la revista "U el hijo de Urich" nº9  (marzo 1998)  bajo el nombre de Trajano Bermúdez.    Le agradezco desde aquí que me haya  permitido rescatarlo y espero que lo disfrutéis.

16 comentarios:

Desclasado dijo...

Qué barbaridad. Hasta la aclaración final creí que el texto era tuyo y te iba a decir que te dedicases a esto.
Es tan excelente resumen que quita las ganas de leerse el libro.
Nunca había visto a Tintín desde este prisma.
Desconozco el caso belga, pero en el caso francés si hubiesen tenido que depurar a todos los colaboracionistas o tibios, se hubiesen follado a media Francia. Parece que sólo existió la resistance, y no...

Saludos.

Santiago García dijo...

Gracias por exhumar este viejo texto, David (y más en un día tan apropiado para las exhumaciones como éste). Releyéndolo he recordado cuánto me impresionó el libro de Assouline en su día.

David dijo...

-Desclasado: A Tintín se le puede leer desde muchos prismas. Igual te interesa leer este enlace .
Debo reconocer que la única pega que le pongo al texto de Santiago es la misma que tú. Es un resumen tan bueno el que hace, que "casi" quitan las ganas de leerse el libro.

-Santiago: Gracias a ti, como ya te he dicho. El libro me lo tengo que leer todavía.. Ese y el de Michael Farr. Un saludo.

Dr. Quatermass dijo...

Pequeño tirón de orejas por no anunciar al principio que es un texto ajeno, me he sentido un pelín estafado al leer la nota final. Dicha esta nimiedad, interesantísima la vida de este hombre y como fue dejando caer gotitas de ella en su obra.

Un saludo!

David dijo...

Dr.Quatermass: Si digo que es un texto ajeno, igual pensabáis que no era tan interesante como los que venís a buscar (ja,ja).
Venga, en serio. Me alegro de que te haya gustado la entrada.
Un saludo.

Marcos Callau dijo...

Pues ahora sólo queda leer el libro, que apetece.

PD: Yo también creí que era un texto tuyo.

PAblo dijo...

¿Y qué más da para disfrutar de la lectura del artículo que David avise o no al inicio que el texto no es suyo? Se trata de un artículo muy didáctico e interesante de SG y es mérito de David haber tenido el buen ojo de rescatarlo para su serie de entradas sobre Hergé.

Impacientes Saludos.

David dijo...

Pablo: Gracias. Menos mal que alguien me reconoce el mérito del buen ojo. En realidad, para qué nos vamos a engañar, podemos ir más lejos todavía... Que Santiago se leyese el libro e hiciese una reseña tan estupenda no tiene mérito alguno. El mérito es que yo me fijara en ella (ja,ja).
Un impaciente saludo.

abril en paris dijo...

¡ Efectivamente ! El buen ojo y la buena gafa para leer toooda la información.
Me siento 'lista' después de estas entradas..;-)) Al menos ya sé algo más sobre Hergé..

Un saludo cariñoso. :-))

marcela dijo...

Hola David, sinceramente agradecida que recuperes textos así. Vreo sinceramente que el que expurga es una persona que se toma el trabajo de leer, seleccionar y dedicar-nos cosas que le gustan.
Si tenemos en cuenta, que somos un círculo de amigos, que después de mucho tiempo seguimos ahí por afinidades electivas, lo que coloca uno de nosostros tiene el nihil obstat de nuestro cónclave.
Soy fan de Tintín, pero no tintinófila.
Y de Pierre Assuline conozco la biografía de Simenon .
Un abrazo

Desclasado dijo...

Leído el enlace. Va en la linea de tu anterior entrada respecto a actualizaciones o incluso revisiones más políticamente correctas de Tintín.
Estoy aprendiendo más de Tintín que en la vida, jajajajaja.
La verdad es que lo leí de crío, me encanto, ni tenía conciencia política ni nada en su momento y todo esto era desconocido para mí.

Saludos.

David dijo...

-Marcela: Me alegro de que te haya gustado la entrada. Yo tampoco soy tintinófilo. Me gusta, pero no soy tintinófilo. Y ni siquiera he leído todavía el libro de Assouline. Pero lo leeré. Un abrazo.

-Desclasado: Pero si aquí de política no hablamos. Eso es sólo en tu blog... Yo te lo había pasado sólo para que mirases los dibujos (ja,ja).
Venga, en serio. Sí, es lo que tú dices. Las "modificaciones", el contexto político, etc... Yo aprendo más con tu blog.
Un abrazo.

Crowley dijo...

Un texto de gran calidad que hace que veamos las cosas desde otro punto de vista, y eso que a mi Tintín no es que me agrade demasiado, pero este es un libro que he estado tentado de comprar varias veces.
Cómo añoro revistas como U, el hijo de Urich!
Saludos amigo David.

ANRO dijo...

Buena e ilustrativa entrada, que al igual que la del amigo Crowley me pone los dientes largos.
Me has dado la idea para incluir este libro en la carta a los reyes.
Tintín ha sido en esta casa un personaje de primera, pero su papá siempre nos ha dado cierto repeluz. Este libro puede poner las cosas en su verdadero lugar. Ha sido un buen consejo, amigo David.
Un abrazote.

David dijo...

Anro: Hola, Anro! Pues gracias por el comentario y ya me dirás si te portaste bien durante el resto del año, si lo tienen en cuenta los reyes, y después de leerlo, si te gusta o no el libro. Otro abrazote de mi parte.

Möbius el Crononauta dijo...

Si esa bio es la mitad de interesante que tu texto, tendré que hacerme con ella, o pedirsela también a los Reyes, o comerciar con crack o algo. Pardiez.

Vivan Tintin y Hergé, rayos y centellas.

Saludos

Milú aullaría con posts tan estupendos

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