De EL LECTOR IMPACIENTE...
lunes 19 de octubre de 2009
“Diario de un ingenuo” de Émile Bravo.
Desde que me enteré hace más de un año que Émile Bravo iba a lanzar un álbum de “Spirou” se convirtió en uno de los álbumes que he esperado con más impaciencia (sí, podría haberlo comprado por Internet, pero uno tiene que establecer ciertos límites en su consumista afición para mantener la armonía familiar) y es que Émile Bravo me impactó cuando lo descubrí en unas deliciosas historias cortas publicadas hace años en “El Manglar” y se convirtió en una de mis (muchas) debilidades, uno de los autores más inteligentes del panorama europeo actual y el que está destinado a convertirse en el gran renovador de la línea clara. Bueno, pues tras un año, Planeta ha publicado este “Diario de un ingenuo” y Émile Bravo ha confirmado esas buenas impresiones iniciales, ofreciendo, probablemente la mejor historia de “Spirou” en décadas. Vamos con ello.
Bruselas, 1939. Spirou es un jovencito que se gana la vida como botones en un rutilante hotel mientras malvive en una habitación de los suburbios de la ciudad junto a su mascota y arbitra los partidos de los niños más pequeños en sus ratos libres. Spirou, conoce gracias a su trabajo, a famosos de incógnito que intentan vivir un fin de semana romántico, o asiste, sin entender demasiado, a unas conversaciones secretas entre polacos y alemanes cuyo fracaso puede provocar una nueva Guerra Mundial. Y en ese marco convulso, Spirou anda enamoriscado de una doncella desconocida que le abrirá los ojos al mundo e intenta impedir que un paparazzi de nombre Fantasio se le cuele en el hotel. ¿Alguien da más en 72 páginas? Probablemente, no.
Irónico, melancólico y profundamente divertido, “Diario de un ingenuo” está llamado a ser uno de los álbumes del año. Émile Bravo, en lugar de intentar, la revitalización de un personaje clásico como “Spirou” asumiendo el continuismo de Fournier tras la estela de Franquin, innovar en su narrativa, como Morvan y Munuera en sus coqueteos con el manga, o en contenidos, como en la etapa de Tome y Janry, opta por la opción más arriesgada y valiente, la que más críticas le puede acarrear de los aficionados “de toda la vida”, y decide explicar el origen “jamás contado” de Spirou de una manera adulta, realista y sensible, pero sin por ello obviar ninguno de los tópicos, complejos y críticas que el personaje y su cerrado universo ha ido acumulando a lo largo de sus casi setenta años de existencia, que resuelve de un modo natural en forma de bromas incrustadas en la historia de manera más o menos explícita. Bravo abre una hendidura en la particular armadura del icono para enamorarle y hacerle conocer la derrota, jugando a transponerle a un universo “real” convulso en el que Spirou se convierte, por su condición de héroe romántico e ingenuo, en un émulo de Charles Chaplin más que del “Tintin” hergeliano, cuya relación con el personaje sabe convertir en blanco de más de una broma. Bravo ofrece a Spirou y Fantasio la opción de madurar en esta historia en un magnífico final en el que los personajes dialogan sobre su futuro y, como Peter Pan, prefieren mantener su condición inalterable de héroes del papel en el que vivir extraordinarias aventuras.
Desde el malogrado Yves Chaland, la llamada línea clara no ha conocido a un autor que domine el medio de una manera tan absoluta como Bravo. Alejado de la evolución estética que Chaland inició, Bravo opta por un dibujo más clásico y tradicional en el que embosca bajo su aparente ingenuidad una aguda percepción del mundo que le rodea, ironizando y denunciando sus paradojas y dramas. La labor que Chaland dejó a medias y Conrad no quiso asumir, Bravo parece capacitado para sobrellevarla sin apreturas y, de paso, hacernos disfrutar. Un autor genial del que espero alguna editorial tenga a bien recuperar pronto su obra anterior, inédita en España.
En “Diario de un ingenuo”, Émile Bravo logra una obra redonda que gustará tanto a los aficionados al personaje de siempre como a nuevos lectores y demuestra que si se hace desde el respeto y el talento todo vale a la hora de renovar y evolucionar los clásicos del cómic europeo. La edición de Planeta resulta correcta y tiene un precio asequible, aunque no hubiera estado de más incluir algún texto de fondo para situar a aquellos menos familiarizados con “Spirou” o con la trayectoria de Émile Bravo. Si sólo se pueden comprar un tebeo este mes que sea este.
Bruselas, 1939. Spirou es un jovencito que se gana la vida como botones en un rutilante hotel mientras malvive en una habitación de los suburbios de la ciudad junto a su mascota y arbitra los partidos de los niños más pequeños en sus ratos libres. Spirou, conoce gracias a su trabajo, a famosos de incógnito que intentan vivir un fin de semana romántico, o asiste, sin entender demasiado, a unas conversaciones secretas entre polacos y alemanes cuyo fracaso puede provocar una nueva Guerra Mundial. Y en ese marco convulso, Spirou anda enamoriscado de una doncella desconocida que le abrirá los ojos al mundo e intenta impedir que un paparazzi de nombre Fantasio se le cuele en el hotel. ¿Alguien da más en 72 páginas? Probablemente, no.
Irónico, melancólico y profundamente divertido, “Diario de un ingenuo” está llamado a ser uno de los álbumes del año. Émile Bravo, en lugar de intentar, la revitalización de un personaje clásico como “Spirou” asumiendo el continuismo de Fournier tras la estela de Franquin, innovar en su narrativa, como Morvan y Munuera en sus coqueteos con el manga, o en contenidos, como en la etapa de Tome y Janry, opta por la opción más arriesgada y valiente, la que más críticas le puede acarrear de los aficionados “de toda la vida”, y decide explicar el origen “jamás contado” de Spirou de una manera adulta, realista y sensible, pero sin por ello obviar ninguno de los tópicos, complejos y críticas que el personaje y su cerrado universo ha ido acumulando a lo largo de sus casi setenta años de existencia, que resuelve de un modo natural en forma de bromas incrustadas en la historia de manera más o menos explícita. Bravo abre una hendidura en la particular armadura del icono para enamorarle y hacerle conocer la derrota, jugando a transponerle a un universo “real” convulso en el que Spirou se convierte, por su condición de héroe romántico e ingenuo, en un émulo de Charles Chaplin más que del “Tintin” hergeliano, cuya relación con el personaje sabe convertir en blanco de más de una broma. Bravo ofrece a Spirou y Fantasio la opción de madurar en esta historia en un magnífico final en el que los personajes dialogan sobre su futuro y, como Peter Pan, prefieren mantener su condición inalterable de héroes del papel en el que vivir extraordinarias aventuras.
Desde el malogrado Yves Chaland, la llamada línea clara no ha conocido a un autor que domine el medio de una manera tan absoluta como Bravo. Alejado de la evolución estética que Chaland inició, Bravo opta por un dibujo más clásico y tradicional en el que embosca bajo su aparente ingenuidad una aguda percepción del mundo que le rodea, ironizando y denunciando sus paradojas y dramas. La labor que Chaland dejó a medias y Conrad no quiso asumir, Bravo parece capacitado para sobrellevarla sin apreturas y, de paso, hacernos disfrutar. Un autor genial del que espero alguna editorial tenga a bien recuperar pronto su obra anterior, inédita en España.
En “Diario de un ingenuo”, Émile Bravo logra una obra redonda que gustará tanto a los aficionados al personaje de siempre como a nuevos lectores y demuestra que si se hace desde el respeto y el talento todo vale a la hora de renovar y evolucionar los clásicos del cómic europeo. La edición de Planeta resulta correcta y tiene un precio asequible, aunque no hubiera estado de más incluir algún texto de fondo para situar a aquellos menos familiarizados con “Spirou” o con la trayectoria de Émile Bravo. Si sólo se pueden comprar un tebeo este mes que sea este.
1 comentario:
Otra reseña que también me gustó (bueno, las que menciona Angux en su entrada también me gustan, pero tres me parecen suficientes).
Curiosamente, el título del álbum en francés es "Spirou, diario de un ingenuo", pero en castellano el Spirou desaparece. Está claro que él es el ingenuo al que hace referencia el título, ese niño que como dice el primer capítulo va a entrar en razón...pero como también digo yo en mi entrada, exceptuando a los adultos, creo que la ingenuidad está presente en varios personajes de la obra.
La comparación que hace Pablo con Chaplin me encanta, así como esa referencia a Peter Pan y lo de su condición inalterable de héroes (yo se la veo a Casablanca).
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