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Spencer Tracy como Frank Skeffington en "El último Hurra" por Al Hirschfeld |
"Si Howard puede hacer dos veces la misma película, yo también. Cambiamos al juez por un alcalde y ya está".
La primera es ya un clásico del que sólo se pueden decir cosas buenas, así que mencionaré las malas.
- Como comentó alguien ayer después de que la viéramos:
"a veces parece más un gran telefilm o una gran película de serie B que un gran western. Se echan en falta los famosos exteriores fordianos"... Y sí, aquí vendrá alguno a decir que es una obra de cámara y no hacen falta, etc... pero en ciertas escenas, como el asalto a la diligencia, parece que estemos viendo un episodio de Bonanza.
-Confieso que en esto no me había fijado las dos primeras veces que la vi (así que igual es una pega menor). Fue después de leer la reseña de Pauline Kael (y me duele reconocerlo, pero creo que tiene razón ). John y Paul están "muy mayores" para los personajes de la película. El caso es que ahora siempre noto bastante sus años cuando vuelvo a verla.
- El "niño" de la piruleta ( O.Z. Whitehead; Oothout Zabriskie; O.Z o Zebby para los amigos ) tiene muy poca gracia. Y después de un gag tan ingenioso como el del patriarca de los Carradine y el "discurso" que no va a leer, lo de las piruletas queda mal en comparación.
Y no puedo poner ningún reparo más a la legendaria película que cuenta los hechos, no la leyenda.
Pocas pegas le puedo poner también a "esta no es la vida de James Michael Curley, aunque pueda parecerlo" , película que al contrario que la anterior nos cuenta más bien " la leyenda", y no los hechos, y aún así es menos mítica tanto en lo que expone, como en la memoria popular.
Lo cierto es que con Spencer Tracy como alcalde no íbamos a esperar que fueran a aparecer los delitos de corrupción que se le imputaron al político en el que se basaban la novela y el film de Ford, ¿no?
Aquí Ford vuelve a coger a uno de esos personajes como el juez Priest de anteriores películas suyas. Un hombre justo que hace lo que debe y tiene que hacer para ayudar a su comunidad.
Revisando ayer el libro de Joseph McBride, me encontré con esta anécdota: "El encargado de continuidad de Centauros del desierto era un hombrecillo que adoraba a John Ford, y éste le trataba de una forma terrible. (...) Yo le pregunté: "¿Por qué admira a un hombre que le trata tan mal?" Y él me contestó: " Le diré por qué. Cuando murió mi mujer (alguien que nadie del equipo conocía), el Sr. Ford llamó a todo el mundo por teléfono y les dijo que tenían que asistir al funeral. La iglesia estaba tan llena de gente que era imposible entrar".
Lo ideal habría sido que además de llamar a todo el mundo para que fuera al funeral, que Ford hubiera tratado bien a ese hombre, ¿no?... Pero bueno, no se puede pedir todo. Al menos, además de hacer lo mismo que hizo Ford en una escena de la película, el Frank Skeffington de Tracy es bastante amable con los que le rodean. Curiosamente, la escena del funeral debe figurar en la novela original.
Como ya os he dicho, puede carecer de la mítica que acompaña a la película anterior, pero es una de mis favoritas de este director y no me canso de verla. Aquí, O.Z sí me parece que tiene mucha gracia cuando Tracy le propone para jefe de bomberos. Y la escena en la que el alcalde entra en el Club Plymouth para pedir el crédito a su plan de viviendas para aquellos que lo necesitan me hace hasta pensar en votar si se presentara alguien como él.
Cuando uno de los personajes de la película dice "prefiero a un simpático sinvergüenza a un tonto"... me da por pensar que el "sinvergüenza" o "pícaro" que nos presenta la película jamás hubiera tolerado aeropuertos como el de Ciudad Real u otros lugares... y que hoy en día no sólo nos tenemos que conformar con sinvergüenzas que no tienen nada de simpáticos, sino que además son más que tontos (pero tristemente, no más que nosotros).
Sí, Ford no se mete con la Iglesia (ni con la católica, ni con la protestante) y da una visión amable de sus representantes aunque sean "enemigos" del alcalde. Y la imagen del político que interpreta magníficamente Spencer Tracy está tal vez más que idealizada, pero qué narices... Esto es cine, y cine fordiano además, así que se positiva la leyenda, ¿no?
Añadido I: Como ocurre hoy en día, el cine español estaba siempre por delante del norteamericano y servía de continua inspiración.
Sirvan de muestra estas dos escenas: A y B.
Añadido II: La anécdota más divertida del libro de McBride sobre Ford tiene que ver con Ava Gardner y Frank Sinatra. Sí, no tiene relación alguna con esta entrada, pero merece la pena traerla.
" (...) Cuando le presentó al gobernador británico y a su esposa, Ford le dijo a Gardner maliciosamente:
- Ava, ¿por qué no le dices al gobernador qué has visto en este enano de sesenta kilos con el que te has casado?
-Bueno - replicó Gardner - , sólo hay cinco kilos de Frank, ¡pero tiene cincuenta y cinco de polla!
Ford palideció y dijo:
- Nunca volveré a hablar con esta mujer. (...)