"Aquel día... Lo recuerdo todo como envuelto en la niebla... ¿Cómo nos echaron de las casas a la calle? ¿Cómo nos llevaron hasta la linde del bosque? Recuerdo un campo muy grande al lado del bosque... Los guardias eligieron a los hombres más fornidos y les ordenaron cavar dos zanjas... Dos zanjas profundas. Nosotros los mirábamos trabajar. Esperábamos. A la primera zanja arrojaron a los niños más pequeños y comenzaron a cubrirlos de tierra. Sus padres ni lloraban ni suplicaban clemencia. El silencio era total. Muchos se preguntan el porqué de ese comportamiento... He pensado mucho en ello, ¿sabe? Y creo que si una persona es atacada por un lobo o un jabalí salvaje, no se entretiene en rogarle ni en suplicarle que le respete la vida. Los alemanes miraban al fondo de la zanja y reían, mientras arrojaban caramelos. Sus colaboradores locales, los polizei, iban borrachos como cubas... Tenían los bolsillos llenos de relojes... Cuando terminamos de enterrar a los niños más pequeños, nos ordenaron a los demás que saltáramos a la segunda zanja... Nos llegó el turno: allí estábamos, de pie junto a la zanja, mamá, papá, mi hermanita y yo... El alemán que estaba al mando se percató enseguida de que mamá era rusa y le indicó con la mano que se apartara "Tú vete", le dijo. Papá le gritó enseguida: "¡Corre! ¡Sálvate!". Pero mamá se agarró a su brazo y a mi mano con fuerza. "Yo voy con vosotros", dijo. Intentamos apartarla de nosotros, le imploramos que se fuera... Fue la primera en saltar a la zanja...
Eso es todo lo que recuerdo... Recuperé la conciencia gracias a un golpe que alguien me propinó en una pierna... Grité de dolor. Escuché que alguien decía en un susurro: "Aquí hay uno vivo". Eran campesinos que hurgaban en la zanja recién cubierta de tierra en busca de botas, zapatos y cualquier cosa de algún valor... Ellos me ayudaron a salir de la zanja. Me quedé sentado al borde. No sabía adónde ir. Llovía. La tierra estaba muy caliente. Muy caliente. Uno me alargó un trozo de pan. "Corre, pequeño judío, a ver si consigues salir de ésta", me animó. (...)
"Un día recibimos la orden de prender fuego a la cabaña de un colaborador... Con toda la familia dentro... Y no era una familia pequeña: su mujer, tres hijos, la abuela y el abuelo. Los rodeamos en plena noche... Primero, fijamos las puertas con clavos. Después rociamos la cabaña con queroseno y le prendimos fuego... Dentro daban voces, gritaban... Un chiquillo consiguió salir por una ventana... Uno de los partisanos se dispuso a dispararle, pero otro se lo impidió. Lo echaron de vuelta a la hoguera. Yo tenía catorce años entonces... No comprendía nada. Lo único que pude hacer fue guardar ese recuerdo en mi memoria. Y ahora se lo cuento a usted. No me gusta la palabra héroe, ¿sabe? En las guerras no hay héroes... Nadie que empuñe un arma puede comportarse con nobleza. Jamás. Es imposible... " (...)
Extraído de "El fin del Homo sovieticus" de Svetlana Aleksiévich. Traducción de Jorge Ferrer.
"El fin del "Homo Sovieticus" es un libro de Historia* oral. Y digo Historia con mayúscula porque aunque no se centra en las fechas de los grandes acontecimientos, sí lo hace en las historias de todos aquellos que los han vivido, que creo que se acerca más a la historia real que aquella que nos han enseñado o enseñan todavía en las escuelas.

La II Guerra Mundial, Stalin, el amor a la patria, las delaciones, el trabajo en la Unión Soviética y "los campos de trabajo", el "Partido", los orfanatos, la "educación", la K.G.B, la disidencia en las cocinas domésticas, Pravda, el poder militar, Solzhenitzyn, los kulaks, Gorbachov, la perestroika, el intento del golpe de Estado, la disolución de la Unión Soviética, Yeltsin, las guerras civiles tras la separación de la U.R.S.S, los sovoks (pobres soviets anticuados) y las diferencias entre la Rusia soviética y la actual...
Y no penséis que todas las historias que aparecen en el libro son tan dramáticas como la de arriba... Vale. Es cierto que la sensación de tristeza, amargura y falta de fe en la especie humana aumenta a medida que avanzan las páginas con tanta atrocidad, crueldad, odio, fanatismo, ignorancia... pero también hay espacio para la solidaridad, la esperanza, la ternura, el amor... y hasta para el humor...
"Y un estudiante que había ido a parar allí por haber contado un chiste: "En un salón engalanado cuelga un retrato de Stalin y un profesor lee una conferencia sobre Stalin, mientras el coro canta una canción dedicada a Stalin, y un poeta declama un poema loando a Stalin. ¿Qué se celebra? El centenario de la muerte de Pushkin". (Me echo a reír, pero él permanece serio). Le costó diez años de cárcel sin derecho a correspondencia."
Me está pareciendo impresionante.
*Aquí, lo correcto sería escribir historia.