jueves, 15 de marzo de 2012

EL DIRECTOR

¡ Y otra vez!

En Repton me impresionó el director por ser un hombrecillo de aspecto bastante vulgar, patizambo, con la cabeza grande y calva y muchas energías, pero no demasiada simpatía y atractivo humano. Entendámonos, yo nunca le conocí bien, porque en todos los meses y años que pasé en la escuela dudo que me dirigiese más de seis frases en total. De modo que acaso fuera error mío formar un juicio semejante.


     Lo interesante de aquel director es que tiempo después llegó a ser un personaje famoso. Al final de mi tercer año se le designó inopinadamente Obispo de Chester y se fue a vivir a un palacio en las orillas del Dee. Recuerdo mis esfuerzos de entonces por desentrañar el enigma de que una persona pudiera saltar de maestro a obispo de golpe y porrazo, pero enigmas mayores habían de venir.


    Pronto fue promovido de nuevo, y de Chester pasó a ser Obispo de Londres, y de allí, al cabo de no muchos años, brincó una vez más en la escala para ocupar la dignidad más alta de todas, ¡la de Arzobispo de Canterbury! Y no demasiado tiempo después fue a él a quien cupo el honor de coronar a nuestra actual soberana en la Abadía de Westminster, con medio mundo viéndole por televisión. ¡Bien, bien, muy requetebién! ¡Y ése era el hombre que solía propinar las más sádicas palizas a los estudiantes que tenía a su cargo!


    Seguro que a estas alturas ya os estaréis preguntando por qué doy tanta importancia en estas páginas a la cuestión de los castigos corporales en las escuelas. La respuesta es que no puedo evitarlo. Durante toda mi vida escolar me aterró el hecho de que a maestros y alumnos mayores se les permitiera herir literalmente a otros niños, y a veces herirlos de gravedad. No podía asimilarlo. Jamás he podido. Desde luego, no sería justo dar a entender aquí que todos los maestros estuviesen constantemente flagelando a todos los alumnos, aterrorizados, en aquellos tiempos. No era así. Sólo unos pocos lo hacían, pero fue suficiente para dejar una perdurable impresión de horror en mí. Todavía hoy, cada vez que tengo que pasar sentado algún tiempo en una silla o banco de asiento duro, empiezo a sentir palpitaciones en los sitios donde la vara, hace cincuenta y tantos años, me señaló el culo.


   No hay nada malo en propinar unos pocos tientos rápidos en las nalgas. A un chico díscolo probablemente le vendrán muy bien. Pero el director de quien hablábamos no se contentaba con calentar el culo cuando echaba mano de su vara para administrar una paliza. A mí nunca me azotó, gracias a Dios, pero el mejor amigo que tuve en Repton, un chico llamado Michael, me hizo vívida descripción de una de tales ceremonias. A Michael le ordenó quitarse los pantalones y arrodillarse en el sofá de su despacho con la mitad del cuerpo colgando sobre uno de los brazos del sofá. El gran hombre le asestó entonces un "crac" terrorífico. Luego siguió una pausa. El director dejó el bastón y comenzó a llenar su pipa de tabaco, que iba sacando de una lata. Al mismo tiempo se puso a sermonear al chico arrodillado acerca del pecado y de las malas acciones. A poco, empuñó de nuevo la vara y descargó un segundo "crac" formidable sobre las nalgas temblorosas. A continuación, la tarea de llenar la pipa y el sermoneo prosiguieron por espacio quizá de otros treinta segundos. Después vino el tercer varazo. Luego, una vez más, el instrumento de tortura fue depositado encima de la mesa y apareció una caja de cerillas. Se encendió una cerilla, que fue aplicada a la pipa. La pipa no quería arder. Se administró un cuarto golpe, sin interrumpirse el sermón. 
Este lento y temible proceso se prolongó hasta haber sido propinados diez bastonazos terribles, y todo ese tiempo, entre intentos de encender la pipa gastando una cerilla tras otra, no cesó un solo instante el sermón sobre el mal, y la perversidad, y el pecado, y la mala conducta, y la inmoralidad, y el delito. No había tregua siquiera en el momento de descargar los golpes. Cuando todo hubo terminado, el director sacó una palangana, una esponja y una toallita limpia, y la víctima recibió orden de enjugarse la sangre antes de  subirse los pantalones.


    ¿Os extrañará, pues, que el comportamiento de aquel hombre me tuviera terriblemente desconcertado?  En aquella época, además de director del colegio, era un clérigo ordinario, y cuando, sentado en la luz tenue de la capilla del colegio, le oía predicar sobre el Cordero de Dios y sobre la misericordia y el perdón y todas esas cosas, mi tierno entendimiento era presa de una confusión total. Sabía yo muy bien que la noche antes, sin ir más lejos, aquel predicador no había mostrado ni Misericordia ni Perdón flagelando a cualquier pobre crío por haber quebrantado las reglas.

    ¿Qué pasaba entonces?, solía yo preguntarme.

    ¿Predicaban una cosa y practicaban otra aquellos hombres de Dios?


   Y si alguien me hubiera dicho en esa época que aquel clérigo flagelador iba a llegar a ser un día Arzobispo de Canterbury, jamás me lo habría creído.


    Fue todo esto, me figuro, lo que hizo que empezase a abrigar dudas acerca de la religión e incluso acerca de Dios. Si aquel individuo, me repetía constantemente, era uno de los representantes de Dios en la tierra, entonces es que había algún error muy serio en todo el negocio.


Extraído de Boy (Relatos de infancia) de Roald Dahl. Traducción de Salustiano Masó. Editorial Alfaguara.



13 comentarios:

abril en paris dijo...

Daviddddddddddd!!!.. Es que no das tiempo. Lo siento. Pasaré más despacio en otro momento. :-P

V dijo...

Sudores me han entrado. Te lo dice uno al que mandaron demasiadas veces "al director". En mi clase de séptimo de EGB se pasaban dos listas. la digamos normal,y luego venía "la lista negra" en la que estuve a punto de caer varias veces y por fin caí.
La lista negra variaba en nº según el comportamiento. Me atrevo a saludar hoy a mis compañeros de lista negra Lucio, Tomás, Pepe, Martín, Javier.Esos eran casi fijos. Otros entrabamos y saliamos de la lista.Y no hablo del año catapum, que no hace tanto. Así he salido yo.

Cuando leo "historia de una maestra" de Josefina Aldecoa o
cuando veo "adios muchachos" o esa de Tavernier con Philippe Torreton, veo que falta algo que este texto recrea perfectamente sobre el ambiente de aquellos colegios.
Aunque mi caso no vale, yo iba a una escuela pública.

De todas formas abordas un gran tema. El ejemplo educativo en muchos casos lleva a que los cimientos y valores, en este caso religiosos, se tambaleen y mucha gente los mande a paseo. Pero es que no se puede a la vez estar predicando y dando ese trigo en forma de estopa. Eso duele en el cuerpo y en muchos más sitios.
Más de uno debiera pensar que si hoy la sociedad es tremendamente descreida no es solo por pasotismo,igual hay que profundizar más,y un ejemplo son estas malas educaciones. Saludos.

CINEXIM dijo...

Hace unos días estuve revisando un poco la obra de Dahl pues mi intención era actualizar con ese episodio de Alfred Hitchcock Presenta, que más tarde copió (mal) Tarantino y que se basaba en un relato corto de Dahl. Pero el probleam fue encontrar una buena imagen para casar con el texto. Lo tengo en el tintero aún.

La única referencia que tenía yo de Dahl era la de Charlie y La Fábrica De Chocolate, un libro que me encantó siendo adolescente, pero cuyas adaptaciones cinematográficas no, la de Burton me horroriza especialmente.


Feliz Finde!!!

PD: me voy a la entrada anterior y te dejo contestación a tus post.

David dijo...

-abril: Ja,ja... Pasa cuando quieras y si no pasas tampoco pasa nada. Sin agobios (tú tranquila que te aviso si te pierdes alguna cabecera ;-))

-V: En mis tiempos, los "castigos corporales" habían desaparecido (y además, en Gran Bretaña la cosa debía ser tradición), pero aún así, fui el único alumno que se llevó dos tortas (totalmente injustas, te lo puedo asegurar) por parte de una retrasada que tenía como labor educar.
Y sobre lo que se predica y no se hace con el ejemplo por parte de tantas instituciones...podríamos no parar. ¡Cómo no vamos a volvernos descreídos! Lo contrario sería lo extraño.
Un saludo.

-CNXM: Roald tuvo varias adaptaciones en la serie de Hitchcock (creo que yo sólo he visto, aunque no estoy seguro, la de la pata de cordero que luego copió Pedro ;-) )
¡¡Todavía no he leído ese libro!! Pero he leído "Las brujas", "James y el melocotón gigante", "Matilda", no de relatos y varios más.
A mí la versión de Burton no me desagrada, pero es que de niño vi la versión interpretada por Wilder y me encantó (no la he querido revisar; pero de niño fue una película tan "rara").

Feliz finde! (y voy a la entrada anterior también). Jo! Te he respondido aquí. Qué raro se me ha hecho.

abril en paris dijo...

He vuelto..jiji ( parece algo terrorífico) bueno en realidad sí. el relato lo es. parece que estoy viendo temblar a ese pobre chico. ¡Qué ideas tan brutales ! ¡La letra con sangre entra y no solo la letra !
Yo solo recuerdo una torta que me metió la de mates por hablar en clase ( me encantaba contar peliculas, ya entonces)y aún me duele, sobre todo la humillación.

Por cierto.. ¡me encanta Roald Dahl ! ¿ Sabes que estuvo casado con la actriz Patricia Neal ?

Saluditos :-D

miquel zueras dijo...

Disciplina inglesa en toda la regla, bueno, en toda la vara. Yo hice una portada para un libro de relatos de Dahl con la mujer que esgrime una pata de cordero como arma. Está en mi entrada del 3 de noviembre del 2010.
El director de mi escuela era terrorífico con su bigotillo fascistoide y un ojo estrábico. Saludos. Borgo.

David dijo...

-abril: La verdad es que sí es terrorífico.
Sabía lo de Patricia Neal. Una vez dieron una película, que era un telefil (¿podía ser Dirk Borgarde?; espera; sí. Borgarde y Glenda Jackson)... bueno, era una peli sobre su relación, la enfermedad de ella...me puse a verla, pero como empezó cerca de la 1'30, me fui a la cama al poco.
Saludos.

-miquel zueras: Sé que no tiene mucho que ver, pero al leerte lo que me da por pensar es que debes tener una biblioteca enorme, ¿no?
Saludos.

Mister Lombreeze dijo...

El primer paso hacia el ateísmo consiste en, simplemente, observar el comportamiento de los supuestos representantes de los dioses en la Tierra.

MucipA dijo...

Lo poco que he leído de tu entrada me parece muy interesante. Ahora no tengo tiempo pero pasaré a leerla completa. Mírate que se te ha escapado algo en la segunda línea del cuarto párrafo, por si quieres rectificarlo.

Te he otorgado el Premio Liebster Blog 2012, puedes recogerlo en mi blog.

Un saludito.

David dijo...

-MucipA: Corregido (no sé si habrá algo más) y gracias. Y gracias por lo del premio.
Un saludito.

Josep Lloret Bosch dijo...

¿Cómo es aquello?
¿La anécdota convertida en categoría?

Siempre he leído acerca del uso de la disciplina física excesiva en el sistema educativo inglés y también he oído batallitas de tortas y palmetazos con una regla, pero únicamente recuerdo una ocasión en la que un maestro propinó un capón y eso fue antes de cursar todo el bachillerato en un colegio de La Salle, siete años sin atisbo de violencia personal.

En la actualidad, conozco a varios educadores de diverso nivel y dudo muchísimo que en este país nadie se atreva a aplicar siquiera un castigo disciplinario porque las huestes paternas se alzan tumultuosas vociferando: cuando me castigaron a traer de casa en mi libreta colorada escrito quinientas veces "no hablaré en clase", mi padre me castigó a otras quinientas y enmudecí ipso facto...

Un abrazo.

MucipA dijo...

Hola de nuevo,

este relato de la infancia pone los pelos de punta y demuestra la dureza del sistema educativo inglés y de nuestro sistema educativo hace ya algún tiempo.
Yo siempre he oído contar anécdotas a mis padres y a la gente mayor de maestros que golpeaban con la regla a los alumnos y les hacían sujetar montones de libros en las manos como castigo. Esto está bien lejos de la manera de actuar de los maestros y maestras que ejercemos actualmente la profesión de docentes.
A mí un día se me ocurrió poner a dos alumnos a sujetar una goma de borrar con su nariz contra la pared y reaccionaron con risas y no se lo tomaron muy en serio (pero lo cumplieron y acabaron con la nariz bien rojita como payasos).
Hoy en día poco se puede hacer porque, como dice Josep, "las huestes paternas" vociferan en contra del profesorado. De todos modos, yo estoy en contra del castigo físico, por supuesto, y creo que en ningún colegio público (en los privados de frailes y monjas no lo sé) se trata a ningún niño con capones ni nigún tipo de disciplina física (antes recibes un capón de un niño o un padre que te atreves a darlo, por muy merecido que a veces algunos lo tengan). Estamos llegando al extremo contrario donde el maestro ha perdido completamente la autoridad y eso tampoco es justo.

Un saludito.

David dijo...

-Josep: Sí. Las cosas (por suerte) no son como antes (ni siquiera en el sistema educativo inglés).
PD: "no hablaré en clase" (sin comentarios (ja,ja) )

- MucipA: Hola otra vez.
Aquello más que sistema educativo era sistema punitivo.
Lo de las gomas de borrar contra la pared me parece más cruel que los bastonazos a los que hacen referencia en la entrada...

(es broooma)

Y sí, hoy en día me parece que en algunos casos es más bien al revés... y que los que son maltratados son los maestros.
Un saludito.

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...