Pie de foto. Foto izquierda: Mantero: David. La victoriosa:
hermana mediana. Rubita con su primo: hermana pequeña (yo) Foto derecha arriba: Amante de los
caballitos. Foto derecha abajo: Huevo
ideal para nuestras cenas.
Previo aviso a los lectores, constantes u ocasionales, de Safari Nocturno,
el blog que firma David, y que resulta
ser mi hermano mayor. Antes de que él se explique o disculpe ante vosotros y
vosotras del motivo por el que yo escribo unas líneas en su blog, decido tomar
la delantera. Se lo pidió a un amigo que
suele comentar de forma anónima en ocasiones, pero este ha debido de pasar de
él. A mí, que nunca me ha gustado dejar a mi hermano en modo llorón, no me ha importado aceptar la vacante. Esperando
que paséis un buen rato con este texto... ¡Buen provecho!
Muchas han sido las noches que mis hermanos y yo hemos
compartido cenas homólogas. Aproximadamente misma hora, homogéneas en menú,
contexto idéntico (cocina) y como he manifestado, en igual compañía. Sin
embargo, no me acuerdo si supimos romper con la tediosa rutina. ¿Al menos nos reíamos
o hacíamos por divertirnos? Sólo recuerdo que en una ocasión nos grabamos (en casete).
No con la intención de guardar testimonio sobre nuestras cenas invariables, sino por probar un nuevo radiocasete
donde debíamos apretar PLAY y REC a la vez (¡no era tan fácil sin smartphones!;
como ya sabréis, se requería de una
psicomotricidad y coordinación similar a la requerida para desactivar una bomba.
Perdón, me desvío...). El caso es que estábamos fritas de los huevos. Es más, estábamos
¡hasta los huevos! Pero ya en la "gran aventura" de grabación faltaba
uno de nosotros. No, desafortunadamente no era el huevo frito que nos
acompañaba eternamente, y que para la ocasión experimental bien podía haber sido
estrellado y/o escalfado. Creo que no es necesario aclarar quién restaba y no
precisamente por tener huevos, que solo los tenía anatómicamente (en líneas
posteriores entenderéis el motivo de dicho comentario). Ya se había ido a
"estudiar" a la universidad (o a estar en estado "matriculado"
como él mismo cuenta en un post anterior). Allí, no mejoró en cenas. Lo sé
porque fui víctima de su alimentación "cum fraude". Por mis bajas
calificaciones fui castigada a pasar unas vacaciones con el supuesto
inteligente de la familia. Sin entrar en detalles, aquellos días me hicieron jurar
a lo Escarlata O´Hara:
-a Dios pongo por testigo que pasaré hambre antes de tener huevos
de lunes a domingo ... de los huevos y desayunos con mi hermano, de su pan bimbo
tostado en las placas eléctricas directamente enriquecidas con restos
culinarios recientes o caducos, y de sus patatas hervidas para comer jueves, viernes,
sábado, domingo y lunes de resurrección
(que ni Jesús hubiera querido revivir con esta dieta). Me puse enferma, pero no
de tuberculosis... aunque bien pudiera haber sido.
¡Qué par de huevos! ¿Cómo pudo cuidar así de su hermanita? Supongo
que mi madre le dio pasta, que se gastaría en pastas duras.
¡Esta fue la segunda que me liaba gorda! La primera fue con
8 años, Lawrence de Arabia. Lo acordado
fue que cogiera para nosotras y mis primos una película de Walt Disney. Nos la vendió
diciendo: -¡pero si salen caballitos!
La tropa infantil...fuimos desertando uno a uno. ¡Yiiiiiha! debió de pensar David. ¡Mierda! debió exclamar nuestra madre cuando la caja tonta no conseguía agruparnos e hipnotizarnos. (Y ahora lee y se emociona con Harry Potter...¡Tiene huevos el asunto!)
La tropa infantil...fuimos desertando uno a uno. ¡Yiiiiiha! debió de pensar David. ¡Mierda! debió exclamar nuestra madre cuando la caja tonta no conseguía agruparnos e hipnotizarnos. (Y ahora lee y se emociona con Harry Potter...¡Tiene huevos el asunto!)
Yo, en aquella época era monaguilla en nuestra iglesia. A
las 8 de la mañana daba los buenos días al niño Jesús. Hasta hice de Virgen María
para orgullo de mis padres. Por ello, confesé los pecados, siempre pensando en
el prójimo, los de mi hermano. Me chivé a mi abuela de que para David, Dios no era
omnipresente, era más bien inexistente (debía de pensar... ¡Qué Dios sería tan
cruel de no librarnos del milagro de la multiplicación de los huevos!). Quizá
era mi venganza y esperaba un exorcismo aplicado al apasionado de los
caballitos. Pero creo que para mi hermano la verdadera vendetta me la tome en
aquella ocasión que tuvo que mudarme por necesidades fisiológicas varias. El
motivo, una película en la que salía esta vez no caballitos, una niñita rubita, Poltergeist. Tiró el
biquini a la basura (mi madre le dijo que me pusiera el pijama en su ausencia,
eso no incluía quitarme la ropa de piscina) y me duchó como si fuese un coche
en un túnel de lavado, el chorro de agua y gel me llegó de similar manera.
Estoy segura de que hubiera puesto todo el edificio en cuarentena y colocado un traje antinuclear de haberlo
tenido.
Davitón, Davitón. Pudo haber sido el inventor de la canción
del verano de reggaetón. En su adolescencia no hacía más que repetir "1, 2,
3 cachete". ¡Qué posible éxito de
verano! Pero sus cachetes nunca dieron calorcito. Era su amenaza a la hora de
defenderme de nuestra, en aquel momento, apisonadora y abusadora hermana
mediana. Jamás llegó a darle el cachete, ese siempre fue para mí o incluso para
él. Repito, hermana mediana, a la que
llevaba cinco años y medio, a la que solo amenazaba y de la que recibió más
tortas de las que le pudo dar.
Pero no todo fueron momentos de venganzas, cachetes y colesterol. También hubo instantes dulces. Rememoro uno en particular. Aunque mi hermano no reconoce su autoría. Una noche tenía miedo... no sé el motivo. Quizá Poltergeist o la banda sonora de Psicosis a todo trapo desde su habitación. Fui a su dormitorio con temor y me acurruqué en su cama. Le expresé que tenía miedo. David me explicó en detalle que al dormir podemos tener sueños dulces o bien pesadillas desagradables. Para eludir las indeseadas solo tenemos que soplar muy fuerte para alejar las nubes oscuras que acercan los malos pensamientos. Esa noche me enseñó a soplar fuerte para alejar los nubarrones. Y yo soplé hasta que me quedé dormida. En la actualidad, niega que esta situación ocurriera. Yo juro que no solo fue un buen sueño.
La autora de esta entrada, su madre, su hermana mediana, y su hermano mayor. |
Pero no todo fueron momentos de venganzas, cachetes y colesterol. También hubo instantes dulces. Rememoro uno en particular. Aunque mi hermano no reconoce su autoría. Una noche tenía miedo... no sé el motivo. Quizá Poltergeist o la banda sonora de Psicosis a todo trapo desde su habitación. Fui a su dormitorio con temor y me acurruqué en su cama. Le expresé que tenía miedo. David me explicó en detalle que al dormir podemos tener sueños dulces o bien pesadillas desagradables. Para eludir las indeseadas solo tenemos que soplar muy fuerte para alejar las nubes oscuras que acercan los malos pensamientos. Esa noche me enseñó a soplar fuerte para alejar los nubarrones. Y yo soplé hasta que me quedé dormida. En la actualidad, niega que esta situación ocurriera. Yo juro que no solo fue un buen sueño.
Como reflexión final a todos estos escenarios pasados he de
decir que no sé si conseguimos reírnos en esas cenas llenas de yemas y claras, pero creo que sí tenemos un pasado con grandes anécdotas. Como colofón, una
última anotación. Llevo unas dos semanas introduciendo en las cenas de mi bebé
de once meses el huevo. Una semana de
yemas y una semana de yema más clara. ¡Hoy se me ha olvidado dárselo! En serio.
¡Va por vosotros hermanos!