Agota Kristof
1. El gran cuaderno
Infancia, abandono, guerra, crueldad, chantaje, bestialismo, pedofilia, masoquismo, asesinato... y si nos atuviéramos tan sólo a esta parte de la trilogía, probablemente parricidio.
Ambientada en un país del que no se nos dice apenas nada y en una guerra también que podría ser cualquier guerra, El gran cuaderno nos cuenta las vivencias de dos gemelos y... eeehhh...
Pensaba contaros un poco mis impresiones sobre esta novela (que ya había leído hace bastantes años, aunque en otro idioma)...pero en este enlace he encontrado una reseña más visceral que la que voy a ofreceros yo, y que puede daros otra idea diferente a la mía:
"Es un libro desagradable y a veces parece que es desagradable sólo para ser desagradable. Normalmente no tengo problemas con los libros en los que todos los personajes son tan desagradables que no puedes sentir empatía con ninguno de ellos, pero lo de los gemelos protagonistas es otro nivel. He leído libros “duros” como ‘Si esto es un hombre’ de Primo Levi y su dureza no me molestó, quizás porque detrás había la pura y simple verdad. He leído libros “desagradables” como ‘Crash’ de J.G. Ballard y no me molestó, quizás porque no explotaba un horror colectivo sino simplemente perversiones particulares.
‘El gran cuaderno’ es un libro escrito en primera persona del plural. Está narrado por dos gemelos que, durante la guerra, son dejados por su madre en casa de su abuela, una anciana cruel, sucia y egoísta. Para sobrevivir, los gemelos se entrenarán con una serie de ejercicios que les permitirán endurecerse física y mentalmente. Los capítulos son cortísimos (dos páginas, a lo sumo tres) y las frases también (por lo tanto se lee rapidísimo). Es como un cuento para adultos, que nunca menciona ninguna coordenada espacial o temporal, y que contiene un amplio catálogo de horrores: robos, saqueos, deportaciones, traiciones, asesinatos, violaciones, abusos a menores, malos tratos, palizas, zoofilia, crueldad con los animales, etc. Y yo no puedo evitar preguntarme si realmente la descripción de atrocidades no tendrá un límite que una vez cruzado hace que esta descripción se convierta simplemente en explotación sensacionalista de vísceras.
La abuela es una vieja bruja, pero detrás de su crueldad hay algún sentimiento, aunque simplemente sea la avaricia. En cambio, los gemelos no tienen humanidad ninguna. Son incapaces de ningún sentimiento: ni tristeza, ni ira, ni ambición, y ya no hablemos de empatía. No creo que se muevan sólo por el instinto de supervivencia, porque juegan a ser Dios y son capaces de decidir a quien dejan vivir y a quien matan por cuestiones que a ellos no les van ni les vienen. Muchos personajes los llaman “pequeños cabrones”, pero para mí esto tiene cierto matiz cariñoso que no es acertado, porque en realidad son unos cabronazos. No es que me moleste que los niños sean retratados como malos, porque en el fondo creo que todos los niños son malos por naturaleza, es que realmente me cuesta creerme estos dos personajes, que actúan de una forma tan fría y robotizada.
Pero más que la creación de los dos protagonistas y la explotación gratuita del horror y del dolor, lo que me ha molestado es que todo se cuente con un estilo jocoso, con un humor que de tan negro es de mal gusto. Es por esto que no me acabo de atrever a decir que el libro no me ha gustado, porque la mayor objeción que le pongo es una objeción de orden moral."
No he leído (todavía) "Si esto es un hombre"... pero "El gran cuaderno" no me parece un libro desagradable. Al contrario, es un libro muy agradable de leer... aunque lo que cuente no lo sea.
En lo que tampoco estoy de acuerdo con Núria (la que escribe la reseña que os he puesto más arriba) es lo del estilo jocoso. Yo no lo veo.
Es un estilo aséptico, en el que no hay valoraciones morales por parte del autor, porque la voz narrativa es la de los niños... que como nos cuentan en el libro cuando se dedican a escribir sus vivencias:
"Para decidir si algo está "bien" o "mal" tenemos una regla muy sencilla: la redacción debe ser verdadera. Debemos escribir lo que es, lo que vemos, lo que oímos, lo que hacemos.
Por ejemplo, está prohibido escribir: "la abuela se parece a una bruja". Pero sí está permitido escribir: "la gente llama a la abuela "la Bruja".
Y sobre lo de que todos los niños son malos por naturaleza. Ahí discrepo totalmente. De hecho, la trilogía de Kristof, recopilada por El Aleph Editores como Claus y Lucas arrastra un subtítulo que dice: "Una mirada al mundo con ojos de niño malo".
¿Niño malo?
No peores que los que retrata Golding en El Señor de las Moscas.
Yo más bien diría niños poco creíbles...porque a pesar de que en el libro los niños aseguran que sólo van a contar la verdad... tienes la impresión a medida que pasas las páginas de que todo es tan exagerado, tan hiperbólico... que no terminas de creértelo. Lo cual no tiene nada que ver para que lo que cuente no deje de tener rasgos de realidad... y que ese país y esa guerra que no se mencionan no dejen de ser al final la Hungría natal de la autora y la Segunda Guerra Mundial que padeció.
Y cuando lees la trilogía, más que malos lo único que puedes decir es niños heridos, abandonados... ¿malos? Malos los adultos que propiciaron que los niños tuvieran que pasar por todo aquello.
2. La prueba.
Incesto, vejaciones, amenazas, hipocresía política y sexual, acoso estudiantil, suicidios...
La prueba sigue de alguna forma el camino trazado por la novela anterior. Por fin sabemos cómo se llamaban los gemelos (Claus y Lucas) y en esta ocasión nos quedamos sabiendo cómo le fue a Lucas, el que se quedó en casa de la abuela mientras su hermano cruzaba la frontera.
La prueba es para mí casi una novela gótica de terror contemporánea... Una vez más, todo vuelve a ser tan increíble y exagerado... que no terminas de creerte nada de lo que te están contando. Ni la forma en la que se expresa o comporta Mathias, el niño jorobado al que adopta Lucas, ni lo que le ocurre a Victor, el antiguo librero... ni tantas otras cosas. Aún así, devoras las páginas porque te interesa saber qué es lo que va a ocurrir... si Claus volverá... y Agota vuelve a dejar que sean los diálogos los que lleven la historia, permitiendo una lectura igual de rápida y ágil que la de la novela anterior.
El niño pregunta:
- ¿Y el esqueleto de tu hermano no lo has guardado?
- ¿Quién te ha dicho que tenía un hermano?
- Nadie. Te he oído hablar con él. Tú le hablas, no está en ninguna parte pero está en todas partes, y por lo tanto debe estar muerto también.
Lucas dice:
- No, no está muerto. Se fue a otro país. Ya volverá.
3. La tercera mentira.
Hospitales infantiles en tiempos de guerra, asesinatos pasionales y accidentes inesperados, celos fraternales, mentiras para eludir la realidad, amores imposibles, reencuentros imposibles...
"El niño firma el atestado verbal en el que hay tres mentiras.
El hombre que cruzó con él la frontera no era su padre.
No tiene dieciocho años, sino quince.
No se llama Claus."
Y es que aunque la contracubierta del libro nos diga que en La tercera mentira "la autora construye una historia que nos enfrenta a la imposibilidad de alcanzar una verdad duradera" es en este cierre de la trilogía donde encontramos la historia más verosímil de las tres, que no sólo explica las dos anteriores, sino que las modifica totalmente.
"- Lo que quisiera saber es si escribe cosas que han ocurrido de verdad o cosas inventadas.
Le contesto que trato de escribir cosas que han ocurrido de verdad pero que, en un momento dado, la historia se hace insoportable por su misma verdad y entonces me veo obligado a modificarla. Le digo que intento contar mi historia pero no puedo, no tengo valor, me hace mucho daño."
Y aunque nos demos cuenta de que los dos libros anteriores son mentira... ficción, no podemos obviar que este último también lo es, claro. Pero ¿hasta qué punto?
"Lo que imprimimos en el periódico está en total contradicción con la realidad. Todos los días imprimimos cien veces la frase "Somos libres", pero en todas las calles vemos soldados de un ejército extranjero, todo el mundo sabe que hay muchísimos presos políticos, que están prohibidos los viajes al exterior y que ni siquiera en el interior del país podemos trasladarnos a la ciudad que se nos antoje."
Una vez leída la trilogía, y hablo por mí, más que con la idea de un libro desagradable, te quedas con la idea de un libro triste... De unas vidas truncadas desde la infancia, no sólo por la guerra, que se arrastran heridas durante años, refugiándose en la escritura... tal vez como tuvo que hacer la misma escritora.