
Un conde y una condesa pasaron por delante de tres montículos cubiertos de nieve, que hicieron exclamar al conde: "Desearía tener una niña tan blanca como esta nieve". Al poco rato, llegaron a un lugar donde había tres pozos de sangre roja, entonces el conde exclamó de nuevo: " Querría tener una niña con las mejillas tan rojas como esta sangre". Finalmente tres cuervos negros pasaron volando sobre sus cabezas, y, en aquel instante, volvió a desear "una niña con el cabello tan negro como estos cuervos". Al reemprender la marcha, se encontraron con una niña tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y con los cabellos tan negros como un cuervo: era Blancanieves. El conde la hizo subir inmediatamente a la carroza y le tomó cariño, cosa que no gustó en absoluto a la condesa, de modo que se puso a pensar en la manera de deshacerse de ella. Al fin, tiró uno de sus guantes y ordenó a Blancanieves que fuera a buscarlo; cuando ésta hubo descendido del carruaje, el cochero arrancó a toda velocidad.
Esta versión aparece en el libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas de Bruno Bettelheim. Es uno más de los muchos cuentos populares medievales que recorrían Europa y del que derivaría, con cambios significativos y bastantes años después, la versión final en la que aparecen los siete enanitos. Hay una versión similar en la que la condesa, en lugar del guante, manda bajar a la niña del carruaje para recoger un ramo de rosas silvestres y así poder abandonarla.
Con todo lo que me gusta la versión de Walt Disney (obra maestra del cine, y no sólo de animación), creo que ésta es también estupenda. Y sí, la imagen de la Malvada Reina no tiene mucho que ver con este cuento, pero está tan majestuosa que no me ha quedado más remedio que incluirla.
Me ha gustado mucho tu comentario en el blog de Desclasado y con tu permiso vengo a quedarme un rato. Un abrazo.
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